Jairo Arrieta Obando es un goleador. No ha tenido la cantidad de minutos que un goleador requiere. Son dos verdades que, más allá del subjetivismo que a muchas de nuestras expresiones acompaña, no admiten discusión.
-¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que marcaste tres goles?- le hemos preguntado y entonces retrocede en su memoria para evocar un juego de Saprissa ante Carmelita. También es el momento en que sin pensarlo dice: “me siento bendecido”. En ese momento, siento que le sale del alma, no como una muletilla existente en el “antes de una entrevista”, utilizado por muchos futbolistas. Guiamos la conversación por ahí. “Dios está siempre delante de mí y de mi familia”, manifiesta convencido.
De nuevo, se viene a la inmediatez del momento, la idea de que todo futbolista antes de su profesión es un ser humano. Un ser humano que tiene familia.
Tres goles para un delantero que fue contratado para eso, significan una liberación. Por eso, Jairo Arrieta lo ratifica: “es una liberación” y nos cuenta que no ha sido fácil para él. Habla de sus luchas, sus esfuerzos en cada entrenamiento para buscar un campo en el 11 estelar. También anuncia que no se conforma con eso. Su objetivo es ir por el goleo. Esa debe ser la meta para un “rompe redes”.
Arrieta, además enuncia una frase que nos suena a compromiso: “no vine solo a ganarme el dinero”. A veces en nuestro subjetivismo, usted y yo, cuando hablamos de foráneos, de jugadores que no son originarios de nuestro cantón, ¿hemos pensado eso? ¿Hay jugadores a los cuales les falta compromiso? Ahora a usted le falta “juzgar” si las palabras de Jairo le suenan a verdad. A mí, mi ser interior me vuelve a susurrar: “le salieron del alma”